Sí, efectivamente, soy un esclavo del capitalismo. La maravillosa serie de Fallout no solo ha hecho que juegue a la cuarta entrega, sino que vengo justo también de pasarme la tercena. Comentaba en mi análisis de Starfield que Fallout fue la saga que hizo que me enamorase de los juegos de Bethesda. Jugarlo de nuevo con sus DLCs y su ultima actualización ha hecho que lo recuerde, pero también comentaba en mi reseña que resultó ser un título divisivo. Justamente así lo siento nueve años después de su lanzamiento.
He de confesar que me encanta la historia de este juego. Comenzamos siendo un ciudadano normal que, como muchos otros, asistimos a la caída de las bombas nucleares desde la puerta de nuestra casa. Afortunadamente, cerca de nuestro barrio se encuentra el Refugio 111, así que rápido huimos con nuestra familia al búnker. Sin nuestro consentimiento nos criogenizan y despertamos 200 años más tarde. Aquí es donde volvemos al Yermo conocido por todos en la saga. Volvemos a ver a necrófagos, supermutantes, mutarachas, sanguinarios y demás bichos familiares en un entorno inmejorable y cargado de detalles y misterios.
Sin embargo, esta tierra destruida antes conocida como Boston está dominada por cuatro facciones principales con las que nos debemos aliar o enemistar: la Hermandad del Acero, el Ferrocarril, el Instituto y los Minutemen. En el centro de todos encontramos a los Synth, unos humanos sintéticos creados por el Instituto que buscarán encajar dentro de este contexto. Bajo este paraguas nos moveremos y el juego aprovechará estas facciones para presentarnos distintos puntos de vista. Es una verdadera pena que muchos de los temas se queden en la superficie y no ahonden en cuestiones políticas o humanas como sí hacen otros de su misma saga.
La trama guarda muchos giros de guion. Además, se encuentra apoyada por bastantes personajes carismáticos. Nuestros acompañantes también guardarán mil secretos que se irán desvelando conforme nos echen una mano en las distintas misiones. Son de esos que se te quedan en el recuerdo y te sacan una sonrisa. Por cierto, los DLCs están apañados, especialmente Far Harbor que plantea cuestiones bastante interesantes.
Otra de las grandes virtudes de Fallout 4 es actualizar la fórmula ya vista en sus anteriores entregas. Una labor que consigue con creces. Mejora y agiliza dos de las cosas que haremos constantemente a lo largo del juego: saquear y disparar. En el primer caso, han mejorado infinito el menú y poder coger cosas de los cadáveres, cajas y cofres sin la necesidad de que salte una pantalla con tu inventario es un lujo. Un pequeño cambio que se agradece bastante. Por otro lado, los disparos son muy satisfactorios. Se nota que a Bethesda le echaron un cable los desarrolladores de DOOM, porque apretar el gatillo se siente muy similar.
Le dan a las armas una capa más porque podremos modificarlas y colocarles distintos cambios y mejoras, desde una mirilla hasta hacer que queme con su disparo. Lo mismo podemos decir de los atuendos y de las Servoarmaduras, uno de los encantos del título. La personalización de estas últimas es genial, pudiendo hacer auténticas armaduras únicas.
Fallout 4 no solo nos propone caminar por Boston, sino también ofrecer un mejor futuro a sus habitantes. Aquí es donde entran los asentamientos. Se trata de lugares bien delimitados que podremos usar para dar cobijo a las personas que rescatemos. Deberemos colocar defensas, suministros como el agua o la electricidad y cuidar de su felicidad. Es un aspecto no obligatorio del juego y sorprende por lo cuidado que está. A la hora de construir, nos ofrece mil posibilidades y los materiales necesarios para ello lo conseguiremos de la típica chatarra que los anteriores juegos no valían para nada. Coger un cenicero antes solo ocupaba espacio en el inventario, pero ahora lo podemos desguazar para conseguir materiales muy útiles.
Sí, Fallout es ambientación, es historia, son personajes y son disparos, pero también es RPG y de eso se olvida.
Es doloroso es sistema de diálogo. En las entregas anteriores teníamos mil opciones. Además, dependiendo de cómo era nuestro personaje o qué ventaja seleccionaremos, desbloqueabamos nuevos diálogos. Por ejemplo, hay una ventaja llamada "Viuda negra" que nos permite hacer más daño a los enemigos masculinos, convencerlos más fácilmente y usar nuevos diálogos para superar conflictos de formas únicas.
En Fallout 4 toda esa profundidad se pierde. Contamos con solo cuatro opciones y nunca sabemos qué va a decir nuestro personaje. En lugar de aparecer las opciones completas, aparecen conceptos como "aceptar". Destaca especialmente la opción de "sarcasmo". La ruleta rusa del diálogo. No sabes si el sarcasmo va a ser un chiste o va a medio amenazar a la persona con la que hablas o le va a faltar al respeto. No tiene sentido. Puede hacer que un NPC sea tu aliado o que tras el diálogo empiece a coserte a tiros. Se echa de menos solucionar la mayoría de conflictos con palabras y no siempre con disparos.
Las ventajas o extras, como las llama el juego, son habilidades que podemos elegir cada vez que subimos de nivel, pero casi ni se notan. Excepto a las fundamentales como subir la vida máxima o tener más capacidad de inventario, el resto se quedan en lo anecdótico. Buscan parecer un RPG, pero se queda en fachada. Además, podemos subir nuestras estadísticas base como la suerte o la fuerza, lo cual mata la rejugabilidad y nos permite hacer un protagonista perfecto en todo.
En definitiva, todo se traduce en un personaje protagonista jugablemente menos interesante que interviene y cambia menos la historia. Se pierde nuestra capacidad transformadora de los personajes, de las facciones, del Yermo. Una verdadera pena porque eso fue lo que me enamoró de los originales.
Otra de las cosas que pesan son las pantallas de carga. Es horrible el motor gráfico que deberían haber cambiado desde el lanzamiento de Skyrim. La cantidad de tiempo que pasas esperando al entrar en un edificio, al salir, al teletransportarte, todo tiene una pantalla de carga. Se siente viejo sin serlo.
Me dejo en el tintero cómo se han cargado el sistema V.A.T.S., fundamental en las entregas anteriores, o cómo después de nueve años el juego sigue lleno de bugs, pero dejo esas sorpresas amargas a los valientes que atrevan a viajar, pantalla de carga, a Boston.
Fallout 4 es un buen juego, pero un nefasto representante de su saga. Se queda en un shooter apañado centrado en la historia y olvida por completo su ADN, lo que le ha hecho único. Recomiendo mil veces el tres y cincuenta millones de veces New Vegas, pero, claro, actualmente son poco accesibles. Entiendo que el objetivo de Bethesda fue hacer un juego más amable para el gran público y para ello sacrificaron lo más atractivo de la saga. Espero que con las siguientes entregas encuentren un mejor equilibrio.
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